Comentario
Entre algunas de las ideas que han sido sometidas a las más diferentes y radicales críticas durante los años centrales del siglo XVIII, no cabe duda de que las más relevantes son las que afectan al concepto de Historia, al de Razón y al de Naturaleza. Al proceso general de secularización de esta época fray que añadir la existencia de una crisis de los símbolos y mitos de la tradición clásica. El coloquio con el pasado ya no puede ser ambiguo. Cada mirada hacia atrás tiene que soportar el peso de la Razón. La Historia asume un papel ideológico que se opone a la idea de una recuperación acrítica de las formas y figuras de la Antigüedad. La Naturaleza se convierte, por último, en el verdadero campo de pruebas tanto del empirismo como del racionalismo. La Ilustración aparece, al final, como un proyecto en el que la idea de programa de reformas sociales, políticas y cívicas parece encontrar acomodo en la vocación clasicista del racionalismo. Pero es, precisamente, cuando parece convertirse en una certeza, el momento en el que esa vocación tiende a adoptar las formas de la apariencia. De ahí que sea frecuente encontrar durante los años anteriores a la Revolución Francesa las más contradictorias versiones de lo clásico y, a la vez, las críticas más realistas a la historicidad de la tradición.Esas paradojas, que afectan no sólo a los lenguajes o a las tipologías, sino también a los contenidos ideológicos que pretenden secundar, serán algunas de las características más definidoras de este complejo período en el que la Ilustración ha cumplido un papel tan decisivo. El supuesto neoclasicismo de muchas propuestas o el carácter revolucionario de otras, pueden ser entendidos, en ocasiones, como la última oportunidad de supervivencia de una tradición camuflada. Las nuevas funciones sociales y políticas atribuidas al arte y a la arquitectura serán un termómetro fundamental que explique la crisis definitiva de los lenguajes codificados. Sus formas son sólo datos manipulables, al servicio de nuevos programas y exigencias. Es en su articulación, en el método que las hace posibles, donde se encuentra su verdadera significación, la de atenerse a los hábitos del Antiguo Régimen o anticipar el arte moderno.